REFLEXIÓN Y MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY / 1 DE SEPTIMBRE DE 2020

Lucas 4,31-37: Jesús cura a un hombre poseso.

Ayer vimos en el Evangelio, rechazado en su pueblo, Nazaret, Jesús va a Cafarnaún. Habla «con autoridad» a la gente y despierta la admiración de todos. Allí hace el primer «signo»: libera a un poseso de su mal. Predica y a la vez libera. La Buena Noticia es que ya está actuando en este mundo la fuerza salvadora de Dios. El mal empieza a ser vencido. Un exorcismo: la primera victoria de Jesús contra el maligno. El demonio lo expresa certeramente: «¿has venido a destruirnos?». Y protesta: naturalmente, el mal no quiere perder terreno.

Los contemporáneos de Jesús unían lo físico y lo espiritual. La causa del mal de una persona -corporal, anímico, espiritual- la atribuían normalmente a los espíritus malignos. Sea cual sea el origen de estos males, Jesús libera a toda la persona: a veces le cura de su enfermedad, otras de su posesión maligna, otras de su muerte, y sobre todo, de su pecado. Hay una visión integral de la persona: de sus males y de su salvación.

El Señor Resucitado quiere seguir liberándonos a nosotros de nuestros males. ¿Cuáles son nuestros «demonios» particulares? ¿cuáles nuestras esclavitudes: envidias, miedo, depresiones, egoísmo, materialismo? Jesús está siempre dispuesto a curarnos. Cuando se nos dice, al invitarnos a comulgar en la misa, que él es «el que quita el pecado del mundo», entendemos que nos quiere totalmente libres, en el sentido más pleno de la palabra. Pero también quiere que colaboremos con él en la curación de los demás. La fuerza curativa de Jesús pasó a su comunidad: por eso Pedro y Juan curaron al paralítico del Templo «en nombre de Jesús». La Iglesia, sobre todo por sus sacramentos, pero también por su acogida humana, por su palabra de esperanza, por su anuncio de la Buena Noticia del amor de Dios, debería estar curando males y «posesiones» de todos. Repartiendo esperanza. Liberando de esclavitudes. Venciendo al mal.

¡Paz y bien!

Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM

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REFLECTION AND MEDITATION OF TODAY’S GOSPEL / SEPTEMBER 1, 2020

Luke 4: 31-37: Jesus heals a possessed man.

Yesterday we saw in the Gospel, rejected in his town, Nazareth, Jesus goes to Capernaum. Speak «with authority» to people and arouse the admiration of all. There he makes the first «sign»: he frees a possessed man from his evil. Preach and at the same time liberate. The Good News is that God’s saving force is already at work in this world. Evil begins to be defeated. An exorcism: the first victory of Jesus against the evil one. The devil expresses it accurately: «Have you come to destroy us?» And he protests: naturally, evil does not want to lose ground.

Contemporaries of Jesus united the physical and the spiritual. The cause of a person’s evil – corporeal, soulish, spiritual – was normally attributed to evil spirits. Whatever the origin of these evils, Jesus liberates the whole person: sometimes he heals him from his illness, sometimes from his evil possession, sometimes from his death, and above all, from his sin. There is an integral vision of the person: of his ills and of his salvation.

The Risen Lord wants to continue to free us from our evils. What are our particular «demons»? Which is our slavery: envy, fear, depression, selfishness, materialism? Jesus is always ready to heal us. When we are told, by inviting us to communion at Mass, that he is «the one who takes away the sin of the world,» we understand that he wants us totally free, in the fullest sense of the word. But he also wants us to work with him in healing others. The healing power of Jesus passed to their community: that is why Peter and John healed the paralytic in the Temple «in the name of Jesus.» The Church, above all for its sacraments, but also for its human welcome, for its word of hope, for its proclamation of the Good News of God’s love, should be healing ills and «possessions» of all. Spreading hope. Freeing from slavery. Overcoming evil.

Peace and good

Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM

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REFLEXIÓN Y MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY / 31 DE AGOSTO DE 2020

San Lucas 4,16-30: Hoy se cumple esta Escritura

Es muy denso y amplio el mensaje que contiene el evangelio de hoy. Vamos a leer desde hoy hasta el final del Año Cristiano, a las puertas del Adviento, al evangelista Lucas. Comenzamos con su capítulo cuarto, porque en Adviento y Navidad ya lo hicimos con los tres primeros: la anunciación, el nacimiento, la infancia de Jesús y su Bautismo en el Jordán. Y comenzamos con una escena bien significativa, programática, que se puede decir que da sentido a todo el ministerio mesiánico de Jesús: su primera predicación en la sinagoga de su pueblo Nazaret.

Jesús aparece desde la primera página como el Enviado de Dios, su Ungido, el lleno del Espíritu. Y aparece también como el que anuncia la salvación a los pobres, a los cautivos, a los ciegos, a los oprimidos. Lucas va a ser para nosotros un buen maestro para que sepamos presentar a Jesús, también a nuestro mundo de hoy, como el salvador de los pobres. «Me ha ungido y me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres». Es un buen retrato de Jesús, que se irá desarrollando durante las próximas semanas: el que atiende a los pobres, el que quiere la alegría para todos, el que ofrece la liberación integral a los que padecen alguna clase de esclavitud.

¿Es éste también el programa de su comunidad, o sea, de nosotros? ¿se puede decir que estamos anunciando la buena noticia a los pobres? ¿y somos nosotros mismos esos pobres que se dejan alegrar por el anuncio de Jesús? La admiración, primero, y el rechazo y la persecución, después, son ya desde el inicio la síntesis de las reacciones que Jesús va a suscitar a lo largo de su ministerio, acabando en la cruz. Y también de lo que pasará a su Iglesia a lo largo de los siglos, como muy bien se encargó de describir el mismo Lucas en su libro de los Hechos. Con la convicción de que después de la cruz viene la resurrección. Pero, mientras tanto, no nos extraña que fracasen muchos de nuestros esfuerzos, como fracasó Jesús en muchas ocasiones.

Jesús es en verdad el «año de gracia» que Dios ha preparado para la humanidad, al enviarlo -hace ahora dos mil años- como salvador y «evangelizador». Ojalá también nosotros le miremos como sus paisanos al principio: «toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él». «Hoy se cumple esta Escritura». Es lo que pasa cada día, en nuestra escucha de las lecturas bíblicas. No se nos proclaman para que nos enteremos de lo que pasó (lo solemos saber y, sino porque Dios quiere renovar su gracia salvadora, la del AT y la del NT, hoy y aquí para nosotros. Es lo que nuestra meditación personal y la homilía deben buscar: actualizar en nuestras vidas lo que Dios nos ha dicho en su Historia de Salvación.

¡Paz y bien!

Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM

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