XXI Domingo del Tiempo Ordinario/ 23 de agosto de 2020/ Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM

Del Evangelio según San Mateo 16,13-20

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

En el evangelio de hoy, partiendo de las preguntas de Jesús a sus discípulos, un momento significativo de su ministerio, cuando acaba su estancia en Galilea y se dispone a subir a Jerusalén, Jesús plantea una doble pregunta a sus discípulos. La primera es a modo de encuesta sobre lo que «la gente» opina de él. La respuesta es dispersa: unos que el Bautista, o que Elías, o que Jeremías, u otro profeta. La segunda pregunta es directa Jesús hacía para sus discípulos: ¿y vosotros? Pedro, una vez más, toma la palabra en nombre de todos y hace una ajustada confesión de fe: «tú eres el Mesías… (esta expresión es común también a los otros evangelios sinópticos, pero Mateo añade:) …el Hijo de Dios».

El episodio que leemos hoy es importante para el nacimiento de la primera comunidad, y por tanto de la Iglesia. Como respuesta a un expresivo acto de fe por parte de Pedro, Jesús le alaba y le anuncia la misión que ha pensado para él en la primera comunidad. En otras ocasiones le dice que le hará «pescador de hombres», o le encomienda que «apaciente sus ovejas». Hoy emplea dos imágenes más: Pedro será la «piedra» sobre la que quiere edificar su Iglesia, y además le dará «las llaves» de esa comunidad que Cristo quiere fundar.

Este domingo la palabra del Señor nos invita a preguntarnos Para nosotros ¿quién es Jesús?. Es una pregunta importante, esta que recorre todo el evangelio, y luego toda la historia, también la actual: ¿quién es Jesús? Sus contemporáneos ya dieron respuestas muy diferentes: le llamaron desde , fanático y aliado con el mismo demonio, hasta profeta, o uno de los profetas que vuelven a la tierra, desde Elías o Jeremías hasta el recientemente fallecido Bautista. Hemos en el evangelio la gente tenían diferentes opiniones sobre Jesús. pero nosotros los creyentes y seguidores de cristo fijamos la respuesta de san Pedro, el primer papa de la Iglesia católica , el vicario de cristo.

Que profesó Pedro afirmando que para él, y para los demás discípulos, Jesús es el Mesías esperado y el Hijo de Dios. También para nosotros la pregunta debería ser muy concreta y personal. Nos tendríamos que aplicar la interpelación a nosotros mismos, a los que nos confesamos cristianos y participamos en la Eucaristía: ¿quién es Jesús para nosotros, para mí? Como los discípulos, tenemos que definirnos y tomar partido. No se trata de responder según los libros, o según los conocimientos que tenemos desde pequeños. Claro que todos sabemos que Jesús es «Dios y hombre verdadero», y que con su muerte y resurrección nos ha salvado. Pero hay afirmaciones que de tanto repetirlas ya no nos dicen nada. Hay que «descongelar» esos conceptos. Entonces nuestra fe en Cristo Jesús, ¿impregna de verdad nuestra vida? ¿o se queda en la esfera del conocimiento teórico? No se trata sólo de formular exactamente nuestras convicciones teológicas, sino que lleguen a influir y configurar nuestra vida.

Jesús, para nosotros, no es una doctrina, sino una Persona que vive y que nos interpela y que da sentido a nuestra vida. También El evangelio de hoy nos invita a considerar al Papa como un ministerio querido por el mismo Cristo y, por tanto, a mirarlo con los ojos de la fe. El Papa ha recibido el encargo de asegurar el servicio de la fe, de la caridad, de la unidad, de la misión. La comunidad no es del Papa, sino de Cristo («edificaré mi Iglesia»). Pero el Papa es quien más explícitamente ha recibido la misión de animar, discernir, unir, confirmar a la comunidad de Cristo que, además de una, santa y católica, es también «apostólica».

Cada vez que celebramos la Eucaristía nombramos al Papa, juntamente con el Obispo de la propia diócesis, para expresar nuestra unión con ellos y para pedir al Señor que les «confirme en la fe y en la caridad». Este recuerdo de la Misa debería traducirse en una actitud de comunión también en la vida, en la respuesta a su magisterio, en la visión de fe de su papel en la Iglesia. No se trata de una aceptación ciega, pero sí de una postura positiva, desde la fe y el amor, desde la confianza en Cristo y en su Espíritu, que se sirven de los hombres, siempre débiles, para guiar a su Iglesia. Por eso a anunciar la buena noticia es la tarea de todos los bautizados junto con el papa, los obispos, sacerdotes, diáconos y religiosos.

¡Paz y bien!

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