REFLEXIÓN Y MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY / 8 DE SEPTIEMBRE DE 2020/ NATIVIDAD DE SANTA MARÍA VIRGEN

Mateo 1,1-16.18-23: «La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo «

Hoy celebramos la Natividad de Virgen María. En el Evangelio de hoy Cristo Jesús es el centro de la atención. Tiene dos partes, que sería bueno leer enteras: la lista genealógica de Jesús, que llega hasta «José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo», y el relato de cómo fue el nacimiento de Jesús. La lista de los antepasados de Jesús, que leemos también en el Adviento (el 17 de diciembre), nos hace alegrarnos que Dios haya querido incardinarse de verdad en la historia de nuestra raza humana. Al hacerse del pueblo de Judá y, en concreto, de la línea mesiánica de la casa de David, Dios ha demostrado que quiere ser «Dios-con-nosotros» y ha asumido nuestra historia, a veces no demasiado gloriosa por los nombres que aparecen en la genealogía de Jesús. El anuncio del ángel a José nos sitúa ante el misterio de un nacimiento, el de Jesús, que tiene como protagonista a Dios y a su Espíritu, pero que también cuenta con la humilde y finísima colaboración de José y de María.

La Natividad de la Virgen María es como la aurora que precede al día, ni Sol que «viene de lo alto», Cristo Jesús. Los textos de esta fiesta rezuman alegría. Los cristianos vemos en este nacimiento el inicio de la salvación: «El nacimiento de la Virgen María fue para el mundo esperanza y aurora de salvación» (poscomunión), «cuando nació la Santísima Virgen, el mundo se iluminó» (antífona de Laudes). Si hay un día en que cabe un lenguaje poético en nuestra oración, es precisamente hoy.

Naturalmente, como en todas las fiestas mañanas, el centro de nuestra fe sigue siendo su Hijo: «Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, anuncia la alegría a todo el mundo: de ti nació el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios» (antífona del Benedictus). Por eso leemos la genealogía de Cristo, en el que «el Verbo se ha hecho hombre», en quien hemos visto y experimentado la plenitud del amor de Dios. Miramos a María con esperanza porque ella supo ser dócil al plan de Dios y colaboró humilde y gozosamente con él: «Hágase en mí según tu palabra».

Al celebrar esta fiesta, todos esperamos que de ella nos venga aumento de gracia y de paz. En la oración del día pedimos a Dios que «cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su Nacimiento».

Paz y bien

Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM

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