REFLEXIÓN Y MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY/ 24 DE AGOSTO 2020/ FIESTA DE SAN BERTOLOMÉ, APÓSTOL

Juan 1,45-51: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño»

Como Andrés había comunicado a su hermano Simón el encuentro con el Mesías, así Felipe habla con su amigo Natanael y le convence para que, juntos, vayan a ver a Jesús. Felipe no se desanima ante la respuesta un tanto escéptica e irónica de Natanael y, en efecto, éste se deja convencer por el Maestro, llegando a una admirable confesión de fe: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». En todas las fiestas de los apóstoles, se nos invita a sentirnos Iglesia y, en concreto, Iglesia apostólica, basada en los apóstoles y en sus sucesores. Y a ser también nosotros testigos de la Buena Noticia. Es lo que nos animaba a cantar el Salmo 144: «Que tus amigos, Señor, proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas».

Esto lo escuchamos en la fiesta de uno de los primeros que fueron llamados por Cristo, Natanael-Bartolomé, y que le siguió con todas las consecuencias. Para que aprendamos a seguirle también nosotros, cada uno en su género de vida, con coherencia y ánimo decidido. Natanael al principio tenía prejuicios: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?», pero se dejó ganar por Cristo, demostrando su buena disposición. También nosotros, probablemente, tendremos que vencer prejuicios y dudas interiores, así como tentaciones exteriores. Ojalá podamos merecer, por nuestra sinceridad y buen corazón, la hermosa alabanza que Jesús dedicó a Bartolomé: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».

Otro aspecto del evangelio de hoy nos puede interpelar: ¿sabemos comunicar a otros nuestra fe, nuestra convicción? Como Felipe gana para Cristo a su amigo Natanael, ¿tenemos nosotros un corazón misionero, capaz de contagiar el entusiasmo por Cristo: los padres a los hijos, los amigos a los amigos, los educadores a los jóvenes? ¿O nos desanimamos fácilmente cuando no vemos en seguida una buena acogida a nuestro testimonio? Para ser testigo de Cristo no hace falta tener grandes cualidades.

¡Paz y bien!
Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM

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