AÑO JUBILAR EN GUADALUPE 2020- 2021

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REFLEXIÓN Y MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY/ 22 DE AGOSTO 2020.

San Mateo 23,1-12: no hacen lo que dicen.

El evangelio de hoy es la introducción a siete duras invectivas de Jesús contra los escribas y los fariseos. También ayer los fariseos le preguntaban a Jesús, seguramente con no muy buena intención, cuál era el mandamiento principal. Hoy escuchan un ataque muy serio de Jesús sobre su conducta: «haced lo que os digan, pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen».

Sabemos que los fariseos eran buenas personas, deseosas de cumplir la ley, pero en su conducta mantenían unas actitudes que Jesús desenmascara repetidamente. ellos se presentan delante de Dios como los justos y cumplidores; se creen superiores a los demás;
dan importancia a la apariencia, a la opinión que otros puedan tener de ellos, y no a lo interior; les gustan los primeros lugares en todo; y que les llamen «maestro», «padre» y «jefe»; quedan bloqueados por detalles insignificantes y descuidan valores fundamentales en la vida; son hipócritas: aparentan una cosa y son otra; no cumplen lo que enseñan: obligan a otros a llevar fardos pesados, pero ellos no mueven ni un dedo para ayudarles etc.

Pero el estilo que enseña Jesús a los suyos es totalmente diferente que los fariseos . Quiere que seamos árboles que no sólo presenten una apariencia hermosa, sino que demos frutos. Que no sólo «digamos», sino que «cumplamos la voluntad de Dios». Exactamente como él, que predicaba lo que ya cumplía. Así empieza el Libro de los Hechos: «El primer libro (el del evangelio) lo escribí sobre todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el principio» (Hch 1, l ). Hizo y enseñó. ¿Se podría decir lo mismo de nosotros, sobre todo si somos personas que enseñan a los demás y tratan de educarles o animarles en la fe cristiana?

Repasemos, como mirándonos a un espejo, esta lista de defectos y con sinceridad respondámonos a nosotros mismos. Porque puede ser que también caigamos en lo de buscar los primeros lugares y lo de cuidar la apariencia exterior, y lo de no cumplir lo que recomendamos a los demás…

Jesús ataca, sobre todo, a los que de alguna manera son dirigentes en la sociedad, porque dicen una cosa y hacen otra. Él quiere que aquellos de entre nosotros que tengan alguna clase de autoridad no se hagan llamar «maestros, padres, jefes»: que entiendan esa autoridad como servicio («el primero entre vosotros será vuestro servidor»), que no se dejen llevar del orgullo («el que se enaltece será humillado»). El mejor ejemplo nos lo dio el mismo Jesús, cuando, en la cena de despedida, se despojó de su manto, se ciñó la toalla y empezó a lavar los pies a sus discípulos: «si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros» (Jn 13,14). Por eso tendremos que corregir lo que tengamos de fariseos en nuestras actitudes para con Dios y para con el prójimo.

¡Paz y bien!
Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM.

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REFLEXIÓN Y MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY/ 21 DE AGOSTO 2020.

San Mateo 22,34-40: ¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?

La escena evangélica de hoy se desarrolla en un contexto de polémica entre Jesús y los fariseos. Así lo señala el comienza del relato: “ Los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se le acercaron y uno de ellos le preguntó para ponerlo a prueba: Maestro, ¿ cuál es el mandamiento principal de la ley? Porque los judíos contaban hasta 365 leyes negativas y 248 positivas, suficientes para desorientar a las personas de mejor buena voluntad, a la hora de centrarse en lo esencial.
Pues la respuesta de Jesús fue ésta: el mandamiento principal es amar. Amar a Dios (lo cita del libro del Deuteronomio: Dt 6, 4s) y amar al prójimo «como a ti mismo» (estaba ya en el Levítico: Lv 19,18). Lo que hace Jesús es unir los dos mandamientos y relacionarlos: «estos dos mandamientos sostienen la ley entera y los profetas».
Entonces lo principal para un cristiano sigue siendo amar. Tienen sentido cumplir y trabajar y rezar y ofrecer y ser fieles. Pero el amor es lo que da sentido a todo lo demás. Nos interesa, de cuando en cuando, volver a lo esencial. También nosotros tenemos, en el Código de Derecho Canónico, muchas normas, necesarias para la vida de la comunidad en sus múltiples aspectos. Pero Jesús nos enseña dónde está lo principal y la raíz de lo demás: el amor. Está muy bien que el Código actual (1983) nos explica en esta cuestión, en su último canon, hablando del sistema a seguir para el traslado de los párrocos, afirme un principio general muy cercano a la consigna de Jesús: «guardando la equidad canónica y teniendo en cuenta la salvación de las almas, que debe ser siempre la ley suprema de la Iglesia» (c. 1752).
¿Podemos decir, cuando nos examinamos al final de cada jornada que nuestra vida está movida por el amor? ¿que, entre tantas cosas que hago, lo que nos caracteriza más es el amor a Dios y al prójimo, o, al contrario, nuestro egoísmo y la falta de amor?. San Pablo nos recomendó: «con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor, pues el que ama al prójimo ha cumplido la ley… todos los demás preceptos se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Rm 13,8-9). Y Jesús nos advirtió que, al final de nuestra vida, seremos examinados precisamente de esto: si dimos agua al sediento y visitamos al enfermo… Seremos examinados del amor.

Por eso yo creo que el amor es lo primero y lo más grande en nuestra vida. En el lugar paralelo de San Marcos se dice que amar a Dios y al hno. “vale más que todos los holocaustos y sacrificios”(12, 33) . Por eso nuestra misión es testimoniar ante el mundo el evangelio del amor y mostremos el cristianismo como religión del sí, positiva y abierta a la vida y a la fraternidad, rompiendo el cerco del egoísmo, incompatible con la celebración del amor de Dios por Cristo en la eucaristía y demás sacramentos de la vida cristiana.

¡Paz y bien!
Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM.

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