Juan es su nombre

[Oficina de Servicios Pastorales del Real Monasterio]

Juan, el Precursor del Señor

Fue Precursor del Señor, el cual, estando aún en el seno materno, al quedar lleno del Espíritu Santo, exultó de gozo por la inminente venida de la salvación del género humano. Su nacimiento profetizó la Natividad de Cristo el Señor, y su existencia brilló con tal esplendor de gracia que el mismo Jesucristo dijo no haber entre los nacidos de mujer nadie tan grande como Juan el Bautista.

El color litúrgico de esta solemnidad es el BLANCO

1. Lecturas del  Domingo XII del Tiempo Ordinario: Natividad de San Juan, Precursor del Señor

[Año B: Isaías 49, 1-6; Hechos 13, 22-26; Lucas 1, 57-66. 80]

Apóstol: «Antes de que llegara, Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida, decía: «Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias»».

Evangelio: «Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios».

2. Meditación

1. La figura de Juan Bautista. Los escritos neotestamentarios  no ahorran elogios a su persona. En la boca de Jesús ponen la proclamación de que Juan  “el mayor de los nacidos de mujer”.  Cuando se redactan esos escritos existían comunidades en torno a la persona de Juan el Bautista. Era necesario  aclarar que el acto profético de mayor relieve de Juan Bautista fue mostrar entre sus seguidores a Jesús, como “el que ha de venir”. Juan es el puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Como puente es paso para sortear barreras entre ambos momentos del plan de salvación. Algunos utilizaron ese puente: de discípulos de Juan se hicieron discípulos de Jesús. Otros se negaron a utilizarlo. Fueron éstos sobre todo los representantes más genuinos de la religión judía.

2. La Misión de Juan: Luz y salvación. Isaías nos presenta en la primera lectura al “llamado por su nombre” ya en el seno materno para ser luz y salvación de todos, no sólo de los judíos. Lo ha de ser desde su condición de siervo de Dios. San Juan en el prólogo de su evangelio se ve obligado a realizar ciertas precisiones ante alguna confusión que existía entre las comunidades cristianas y las seguidoras de Juan Bautista. Juan no era la luz, sino el testigo de que la luz  se había hecho presente en Jesús de Nazaret. He ahí la misión de Juan: descubrir dónde está la luz, en medio de la opacidad. Señalar al maestro en medio de la confusión.  A él le toca “ir delante del Señor a preparar sus caminos…”, como proclamara su padre Zacarías, en el cántico –que no aparece en el texto evangélico de esta Eucaristía-. Juan proclamó en su día quién era el salvador y sigue proclamándolo hoy. Nos corresponde atender a su anuncio. Y seguir su ejemplo: ser siervos que anuncien quién es el salvador, no constituirnos en salvadores; indicar dónde está la luz no ponernos como generadores de esa luz.

Bautismo de conversión o penitencia, según diversas traducciones. Así  resume Pablo la misión de Juan Bautista en la segunda lectura. Penitencia o conversión que debía preparar  la llegada del Mesías. Juan es el encargado de inducir a la limpieza interior, a la transparencia que permita, sin recovecos interiores, sin valles, sin montañas, permitir que Cristo-luz se introduzca en lo íntimo del ser. Hoy, también necesitamos empeñarnos en ese oscuro trabajo depurador de nuestro interior, para convertirlo en campo donde la semilla de la Palabra encuentre propicia la tierra, germine y fructifique.

Profeta del Altísimo.  Así lo proclama Zacarías, el padre de Juan, en el cántico previo a que Lucas señale cómo fue creciendo el niño. Juan Bautista es profeta. Hoy celebramos el nacimiento de ese profeta “y más que profeta”, que diría Jesús de él. Profeta que anuncia la salvación y el perdón de los pecados, profeta de la “entrañable misericordia de nuestro Dios”. En medio de tantos profetas, falsos profetas de calamidades, que diría Juan XXIII, nos gustaría ser profetas de salvación. De auténtica salvación, la que se descubre en el previo encuentro con Dios de entrañas misericordiosas.

3. Carácter de Juan Bautista. Su carácter se afianzaba en la medida que crecía. Lo fue afianzando dice el texto evangélico dedicando parte de su vida al silencio y la soledad en el desierto. “La mano de Dios estaba con él”, dice el texto; pero esa “mano de Dios”, había que discernirla  en la oración, la reflexión, el discernimiento.  Vemos a Juan Bautista como un hombre íntegro, que vive austeramente, porque sabe prescindir de lo no esencial para centrarse en lo que sí lo es. Que no se predica a sí mismo, que se abaja para que se eleve quien es el Mesías. Es manera de ser que fue forjando en ese tiempo de desierto. Necesitamos el “desierto”, con su austeridad, con tiempo para reflexión y oración, para afianzar nuestro modo de ser, y no dejarnos llevar por pulsiones interiores que nos rebajan al buscar ensalzarnos o consideraciones externas que nos engañen al halagarnos.

Fray Juan J. de León Lastra, OP.  [https://dominicos.org/2018]

 3. Contemplación

El criado no había oído la trompeta

“Ordené que trajeran mi caballo del establo. El criado no me entendió, así que fui yo mismo. Ensillé el caballo y lo monté. A la distancia oí el sonido de una trompeta y pregunté al mozo su significado. Él no sabía nada; no había oído sonido alguno. En el portón me detuvo y me preguntó:

– “¿Hacia dónde cabalga, señor?” — “No lo sé”, respondí, “sólo quiero partir”. — “¿Entonces conoce usted la meta?”, preguntó él. — “Sí”, contesté, “ya te lo he dicho. Partir es mi meta”.

Partir es la meta. El futuro es el presente. El sonido de la trompeta ha llegado al oído, y en eso no está todo. La esencia es partir. Dar el primer paso. Abrir el establo. Montar en el caballo. Si nos paramos a preguntar, no saldremos nunca. Y si nunca salimos, nunca llegaremos. No hace falta mapas, ni itinerarios, ni brújulas. Hace falta fe para salir de casa y alegría para lanzarse al camino. La meta era salir. Ya hemos salido. Ahora cada paso será otra meta, cada encrucijada será un comienzo, cada principio será un fin. Salir es llegar.

El diálogo insistente retrasa al viajero. ¿A dónde vas? ¿Cuál es la meta? ¿Cuándo llegarás? ¿Cuándo volverás? Quien se para a responder estas preguntas se envuelve en la duda y se le paraliza el caballo. Es decir, se le paraliza la mente. Por tener que detallar a dónde llegar le resulta por fin imposible el partir. Las garantías matan la aventura. La seguridad ahoga el entusiasmo. La necesidad de la certeza no permite desplegar las alas de la posibilidad. La tiranía del fin anula los medios.

El criado del establo no había oído la trompeta.

Un cuento de Frank Kafka recogido por Carlos G. Vallés.

Selección de Fray Francisco Arias Marcelo, OFM.  [Fraternidad de Mérida]

 Agenda del Santuario

 La Oficina de Información del Real Monasterio comunica que a la Misa del Domingo, 24 de junio (12.00 de la mañana), acudirán muchos devotos de toda España a honrar a la Madre del Señor manifestada en Guadalupe. La Comunidad franciscana desea a todos una agradable estancia entre nosotros. Conviene, no obstante, que las peregrinaciones que deseen celebrar en la basílica o en la cripta del camarín,  reserven día y hora por correo electrónico: comunidad@monasterioguadalupe.com

Horario de Misas en la Basílica de Guadalupe

  • Días laborables: 12:00 (Misa de Peregrinos) y 20:00.
  • Domingos y días de precepto: 11:00, 12:00 (Misa de Peregrinos), 13:00 y 20:00.
  1. Antes de la misa diaria de Peregrinos y de todas las misas de domingos y festivos encontrará confesores disponibles.
  2. Todos los días del año se reza el Ángelus o Regina Coeli, y media hora antes de la misa vespertina, el Rosario Mariano.
  3. Todos los jueves del curso pastoral, media hora antes de la misa vespertina, la Comunidad y los demás fieles tiene adoración eucarística y rezo de Vísperas.
 

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