¡Feliz Pascua de Resurrección!

“Jesús el Nazareno, el crucificado, ha resucitado”

Queridos hermanos y hermanas en la fe: ¡Paz y bien!

La gran Vigilia de esta noche nos ha hecho revivir el acontecimiento decisivo y siempre actual de la Resurrección, misterio central de la fe cristiana. En las iglesias se han encendido innumerables cirios pascuales para simbolizar la luz de Cristo que ha iluminado e ilumina a la humanidad, venciendo para siempre las tinieblas del pecado y del mal.

La Resurrección lo prueba: Cristo y su Iglesia no pueden ser encarcelados por el poder ni por la fuerza, por la incredulidad o por el martirio. Cristo, el Resucitado, prueba que ella está viva, que avanza hacia la perfección. El susto de las mujeres en la tumba era al mismo tiempo alegría. Todo se asume en la fe. El amor, el amor ilimitado, lo ha revelado todo. La fe, el testimonio y los santos nos aseguran a lo largo de los últimos dos mil años que Él ha resucitado y que nosotros también nos apresuramos hacia nuestra meta, nuestra resurrección. La lección de esta contemplación es la certeza de la fe para encontrar un futuro eterno preparado en una felicidad inexpresable. Los sufrimientos de Jesús y su resurrección nos dicen que es fácil vencer una tentación, defender la fe, seguir la conciencia, seguir a Jesús, amar al prójimo y hacer el bien.

Hoy Jesús mismo nos dice: “He resucitado y estoy siempre contigo hasta el fin del mundo”. La Iglesia, haciéndose eco de este anuncio, proclama con júbilo: “Es verdad, ha resucitado el Señor, aleluya. A él la gloria y el poder por toda la eternidad”. Por eso cantamos al Señor Resucitado con nuestro máximo agradecimiento: “Este es el día en que actuó el Señor”. En efecto, al resucitar de entre los muertos, Jesús inauguró su día eterno y también abrió la puerta de nuestra verdadera alegría  y felicidad.

Las mujeres fueron a buscarle al sepulcro, entre los muertos. Pero el Espíritu de Dios lo había sacado de ahí definitivamente. Ahora, dos mil años después, sigue vivo y presente, aunque no lo veamos, dando ánimos a su comunidad. Tal vez nosotros también necesitemos oír la palabra del ángel: “no os asustéis… no está aquí: ha resucitado”.

Este es el acontecimiento que da sentido a nuestra fe. Si somos cristianos es por eso, porque Jesús no se quedó en el sepulcro, sino que la fuerza de Dios lo hizo pasar a su nueva existencia, en la que está para siempre, y desde la que se nos hace presente continuamente, sobre todo en la Eucaristía. Es la noticia -un “credo” abreviado y rotundo- que los apóstoles transmitieron a los dos discípulos que volvían de Emaús: “era verdad, ¡ha resucitado el Señor!”.

Vale la pena que nos dejemos conquistar por la alegría de esta noche y que entremos en el acontecimiento de la Pascua también nosotros, junto con Jesús. Ese “sepulcro vacío” es un símbolo elocuente de la victoria de Cristo sobre la muerte. Nosotros no seguimos a un muerto, por importante que hubiera sido en vida. Seguimos a uno que está vivo. El aviso del ángel es una consigna para todas las generaciones cristianas: “ ha resucitado… y va por delante de vosotros”… Es decir no tengamos miedo a decir a los demás somos cristianos porque nuestra vida está puesta nuestra fe y esperanza en Jesús resucitado, el vencedor de la muerte. Por eso no seguimos a un libro, o a una doctrina, sino a una Persona Viviente, Jesús, Cabeza de la nueva humanidad, resucitado por la fuerza del Espíritu.

A todos vosotros mis queridos hermanos y hermanas dirijo de corazón la felicitación pascual con las palabras de san Agustín: “la resurrección del Señor es nuestra esperanza”.

¡Feliz Pascua! ¡Jesucristo ha resucitado!

Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM

Real Monasterio de Santa María de Guadalupe

 

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