Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

Dios lleva el timón del mundo

Marcos (4,35-40)Evangelio según san Marcos (4,35-40)

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla.»
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón.
Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!»
El viento cesó y vino una gran calma.
Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?»
Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»
Palabra del Señor

El Evangelio de este domingo que podría ser un relato mas a poner de relieve el poder de Jesús sobre el viento y el mar, el evangelista Marcos, quiere que sea un toque de atención, un aldabonazo a la fe de sus discípulos y a la nuestra cuando dejamos que nos abrume el miedo ante tantas tempestades y tormentas que amenazan con hundir la barca de la Iglesia y la nuestra propia:¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
Hoy el Señor nos recuerda que sigue siendo el dueño y que Él lleva el timón del mundo. Qué tiene el inmenso poder que hasta las olas del mar le obedecen. Y que a nosotros nos toca confiar y luchar ante las adversidades de la vida. Luchar contra viento y las olas, contra el desaliento y la tristeza, contra el lastre de los propios pecados, contra el ataque de todas las fuerzas del mal que sueñan con hundir algún día esa pobre y molesta barca de Pedro.
Si, a nosotros nos toca luchar apretando los dientes, exactamente como si todo dependiera de nosotros pero sabiendo que todo depende de El. Que Él sigue siendo el dueño del mar y del viento, que Él siempre, siempre está. A nosotros nos toca agarrarnos fuertemente a la oración y confiar, como si en esa lucha, todo dependiera de Dios.
¡Feliz Domingo!

¡Paz y Bien!

Esta entrada fue publicada en REFLEXIÓN Y MEDITACIÓN DEL EVANGELIO. Guarda el enlace permanente.