Reflexión del Evangelio de sábado, III semana de Adviento

Hoy en el evangelio, Dios interviene preparando el nacimiento del precursor del Mesías. También aquí los padres de Bautista son estériles: así se ve siempre más claro que es Dios el protagonista de nuestra historia de salvación. El hijo de Zacarías e Isabel se llamará Juan, llenará de alegría a todos, también estará consagrado por el nazireato, estará lleno del Espíritu y convertirá a muchos israelitas al Señor. Será el precursor (anunciador) de Jesús. En el anuncio del ángel se describe muy bien esta misión: irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia los hijos, y a los desobedientes a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto.

Es Dios quien salva, también hoy. No debemos fiarnos de nuestras propias fuerzas: ni de las físicas como las de Sansón ni de las intelectuales o espirituales, si creemos tenerlas. Cuando Sansón se independizó de Dios perdió su fuerza. El Bautista nunca se creyó el Salvador, sino sólo la voz que le proclamaba cercano y presente.

Entonces nuestra actitud en vísperas de la celebración navideña es la de una humilde confianza. Como Dios escuchó la oración de aquella buena mujer israelita y le concedió un hijo que fue decisivo para la liberación de Israel, como se fijó en aquel buen matrimonio de ancianos, Isabel y Zacarías, para hacerlos padres del profeta precursor de Jesús: así se fija en nosotros, escucha nuestra oración, nos llena de su alegría y además nos llama a ser colaboradores suyos en la gracia salvadora de esta Navidad para con los demás, siendo evangelizadores del Salvador y liberadores de los males de este mundo en que vivimos.

Cada uno colabora con las cualidades que tiene, pocas o muchas. No todos seremos héroes forzudos. No todos tendremos el cargo sacerdotal del incienso en el Templo de Jerusalén. Dios puede hacer brotar la salvación de un tronco seco o de un matrimonio estéril o de una persona sin cultura. Lo importante es que pongamos lo que podemos y sabemos al servicio de Dios, y así contribuyamos a que la Navidad sea un tiempo de gracia para nosotros y para nuestra familia, comunidad o parroquia.

Hoy antes de ir a comulgar, en cada misa, se nos invita a un gesto de reconciliación con los demás. Era también uno de los signos que según el ángel iban a preceder a la venida del Salvador: la reconciliación de padres e hijos. Hoy este gesto preparatorio de la comunión puede tener un sentido especial de preparación antes de la celebración de la Navidad.

O RADIX IESSE : «Oh Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones: ven a librarnos, no tardes más»

Jesé fue el padre de David. Por tanto «la raíz o el renuevo de Jesé» es la descendencia de la familia de David. El padre de Jesús, José, era de la familia de David, como se había anunciado que sería el Mesías.

Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM

¡Paz y bien!

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