Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

La única ley: el amor

Marcos (12,28b-34)Evangelio según san Marcos (12,28b-34)

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
Respondió Jesús: «El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.» El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» No hay mandamiento mayor que éstos.»
El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.»
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor

¡Seiscientas trece prescripciones, ni una menos, se cuentan en la Torá! Se comprende, la preocupación de este letrado tan sincero al cercarse a Jesús, con la intención de querer saber en medio de tantas normas y prescripciones, a cuales darles mayor importancia.
Y Jesús basa su respuesta en la confesión de fe que, día y noche, recita todo judio piadoso: «Escucha, Israel….» el mandamiento primero es el amor a Dios. Necesitamos recurrir incansablemente a nuestro Dios, el único que nos suscita y pide el amor profundo que toda persona lleva en su interior. No se trata de temor, sino de ese sentimiento de reverencia y adoración, de admiración ante el misterio: ¿Qué otra cosa debemos hacer, sino amarle con todo nuestro ser? Esto no es un mandamiento, sino la respuesta que brota del corazón cautivado. Es un llamamiento, un ofrecimiento, un camino abierto: el de la dicha y la fecundidad.
Pero hay un segundo mandamiento, el amor al prójimo, es decir: tu hermano es único. Has de acogerle, escucharle, respetarle, hacerle justicia, hacer que se desarrolle en su unicidad. Esto no es un mandamiento, sino la respuesta que brota de un corazón cautivado: todos somos hermanos, nacidos de una misma ternura. Una misma sangre nos une y un único espíritu es nuestro aliento vital.
¿Está claro? Mi primero y mi segundo es mi todo: el amor que es don llega a ser nuestra verdadera vocación.

¡Paz y Bien!

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MISTERIOS DE LA VIDA DE JESÚS A LA LUZ DE SU CORAZÓN.

REFLEXIÓN DIARIA

Día 2: CORAZÓN DE JESÚS EXULTANTE DE ALEGRÍA

Misterio de la visitación a Santa Isabel

“Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre.” (Lc 1, 41)

“Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG 1), cuando Cristo se hace presente y es acogido, el corazón del hombre exulta de gozo y alegría porque es capaz de reconocer a su Salvador. Pero no solo se llena de gozo el corazón del hombre, sino también el Corazón de Cristo, porque ve realizada su obra y su misión en él.

Cuando Jesús se hace presente en casa de Zacarías e Isabel, Juan exulta de gozo e Isabel bendice y da gloria a Dios por la obra de la Encarnación en el seno virginal de María. La máxima alegría que experimenta el Corazón de Cristo es contemplar que toda la creación cumple con el fin para el que fue creado. ¿Cuál es el fin del hombre? Nos lo recuerda san Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales cuando dice en el principio y fundamento: “El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima…” (EE 23).

La alegría que nace en el momento del encuentro de Isabel y María, de Juan y Jesús, es fruto de vidas entregadas a la voluntad de Dios. Nosotros como hijos que amamos a Nuestro Padre debemos de soñar con hacerle feliz, y debemos luchar con todas nuestras fuerzas para conseguirlo.

La santidad de vida es un camino difícil pero pleno, por ello debemos ponernos en camino cuanto antes. ¿Soñamos con hacer feliz a Dios? Unámonos al Corazón de Cristo y ofrezcámosle nuestras vidas, no perderemos nada y lo conseguiremos todo en su Amor. Imitemos al Corazón de Cristo que en todo buscó agradar a Dios y pidámosle ayuda en los momentos de debilidad, nunca caeremos si hemos invocado antes al Corazón de Cristo, pues su alegría también reside en la confianza que pongamos en Él. Cuando un alma invoca al Corazón de Jesús, Él exulta de alegría porque es el primer paso para vivir en la voluntad de Dios. “Teniendo a Jesús, ¿puede faltar algo?”

Fr. Antonio Majeesh George, OFM

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Reflexión del Evangelio de hoy| Miércoles, 2 de junio de 2021| Fr. Antonio Franciscano

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