Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

¡Asombrados por su Gracia! (Fiesta de San Antonio)

Marcos (4,26-34)Evangelio según san Marcos (4,26-34)

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha.»
Les dijo también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra.»
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.
Palabra del Señor

¡Como para no estar asombrado! Detrás de todo, en el corazón de la vida, junto a nosotros hay una presencia amiga que no nos deja ni un instante. Es un aliento de vida, una fuerza divina que no deja de trabajar por dentro, en el mayor silencio. Algo así como ese misterioso empuje que, nadie sabe como, hace germinar y crecer la semilla.
No existe en la cosas de Dios proporción entre el esfuerzo y el resultado, se tiene esa extraña sensación de que no corresponde lo que tú haces con lo que después sucede; en el fondo vivimos asombrados porque estamos metidos en una obra que nos desconcierta, porque continuamente nos desborda.
Por eso Dios se complace de que sus obras arranquen de lo muy pequeño:»¿con qué podemos comparar el Reino de Dios? Con un grano de mostaza, la semilla mas pequeña».
Dios quiere que nunca nos tiente la soberbia cuando vemos que todo marcha viento en popa, ni caigamos en el desaliento cuando nuestros reiterados esfuerzos no encuentren la más pequeña respuesta.
Lo nuestro es trabajar, poner cuanto esté de nuestra parte. El resto, es bueno que lo dejemos a Él: es cosa suya. Y que confiemos, al fin y al cabo esta es la gran verdad de nuestra fe: saber confiar, saber esperar. ¡Estamos en buenas manos!

Celebramos hoy la Familia franciscana junto a toda la Iglesia la fiesta de San Antonio, este «hijo predilecto» de San Francisco, en el que podemos descubrir precisamente la lógica evangélica, pues supo vivir la fe desde la sencillez, la humildad y la pobreza más absoluta. Fue un verdadero hijo de la luz que luchó contra todo tipo de males y puso su vida al servicio de los más pobres. ¡Bienaventurado San Antonio que amó al estilo de Dios!
¡Feliz Domingo!

¡Paz y Bien!

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Reflexión del Evangelio | XI Domingo del tiempo ordinario | Fr. Antonio Majeesh George Kallely, ofm

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Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

Sagrado corazón de María

Lucas (2,41-51)Evangelio según san Lucas (2,41-51)

Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
Él les contestó: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Palabra del Señor

Ésta fiesta está íntimamente vinculada con la del Sagrado Corazón de Jesús, que celebramos ayer. Los Corazones de Jesús y de María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad desde el momento de la Encarnación. La Iglesia al celebrar estas dos fiestas seguidas nos quiere enseñar que el modo más seguro de llegar a Jesús es por medio de María. Por eso nos consagramos al Corazón de Jesús por medio del Corazón de María.
En el Evangelio de la infancia que se proclama en esta fiesta, contemplamos a Jesús creciendo integralmente bajo la autoridad de sus padres que con cariño, se preocupan por Jesús. Y vemos aparecer también en el horizonte de aquella familia la primera nube de un misterio que no comprenden todavía, que los desconcierta: Dios está queriendo insinuar que tiene sus planes especiales sobre ese niño Jesús.

¡Paz y Bien!

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