Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

Quiero, queda limpio

Mateo (8,1-4)Evangelio según san Mateo (8,1-4)

En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente.
En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme.»
Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio.»
Y en seguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés.»
Palabra del Señor

Jesús ha venido “sanar los corazones desgarrados y vendar las heridas”. Ha tocado el dolor de la humanidad para redimirlo. Lo hizo suyo, especialmente en la cruz. Era necesario que fuera así, porque “lo que no es asumido, no es redimido”.
Desde entonces, ningún dolor está “dejado de la mano de Dios”; todas las situaciones, todos los sufrimientos, personales y comunitarios, está acompañados por el espíritu de Aquel que nos amó y se entregó por nosotros.
Jesús acoge al que se le acerca pidiéndole la salud, como al leproso del evangelio de hoy que arriesgándose al contagio , era una enfermedad impura, rompe las convenciones de su tiempo, le toca y le dice: “¡Quiero, queda limpio!”.
Jesús quiere hoy también sanar nuestro corazón y nos envía a colaborar con él en su obra sanadora, acercándonos y tocando a los “leprosos” y marginados de hoy. ¿Qué le respondes?

¡Paz y Bien!

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Reflexión del Evangelio de hoy | Viernes, 25 de junio de 2021| Fr. Antonio Franciscano, OFM

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Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

Natividad de San Juan Bautista: “Un niño anuncia a otro Niño”

Lucas (1,57-66.80)Evangelio según san Lucas (1,57-66.80)

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre.
La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan.»
Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así.»
Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios.
Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él. El niño iba creciendo, y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel.
Palabra del Señor

La Iglesia celebra muchas fiestas de los santos a lo largo del calendario litúrgico, y estas fiestas no son celebradas en el día del nacimiento del santo, sino de su muerte, pues es la fecha de su nacimiento a la vida eterna. Sin embargo, por su importancia en la obra de la salvación, existen tres notorias fechas de nacimiento que conmemoramos litúrgicamente:
* El nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo al encarnarse,
* La Natividad de la Santísima Virgen María, que por su si posibilitó el nacimiento de Jesús, y
* El nacimiento de san Juan Bautista, el precursor que cierra el Antiguo Testamento y abre el Nuevo anunciando la venida del Salvador.
El Evangelista de Lucas se preocupa de contar, al inicio de su evangelio, la infancia de Juan el Bautista junto a la infancia de Jesús. Un niño que anuncia la presencia de otro niño. Un nombre -el de Juan- que es preludio de otro nombre: el de Jesús. Una presencia absolutamente relativa a la de otro. Un acontecimiento extraordinario, la maternidad de Isabel, que prepara otro, la maternidad de Maria. Una misión que deja pregustar la de Jesús: preparar el camino a Jesús.
Juan Bautista con su estilo de vida «penitencial», su vivir austero y su misión de bautizar quería hacer comprender que había llegado el tiempo de cambiar de ruta, de invertir el sentido de la marcha y preparar el camino al Señor.
¡Felicidades a los que celebran hoy su onomástica!

¡Paz y Bien!

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