Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

Evangelio según san Marcos (6,7-13)

En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Palabra del Señor

«Jesús eligió a los que quiso para que estuvieran con Él y para enviarlos». Es la primera vez que Jesús manda explícitamente algo: «les ordenó» y está relacionado con la pobreza. Dios nos quiere pobres de solemnidad; no quiere que tomemos nada consigo para que quede claro que solo nos apoyamos en la confianza de Aquel que nos envía.
Así la pobreza, tan mal vista y de la que huimos, es propuesta por Jesús como lugar de encuentro, pues cuando uno no tiene nada que custodiar y proteger cae en la cuenta que lo único valioso que tenemos es la propia vida que se nos ha dado.
Jesús quiere que los suyos evangelicen dando testimonio del rostro de quien les envía, el cual «de rico como era se hizo pobre por nosotros», manifestando así, que Dios Padre escoge siempre lo pequeño y lo impotente para obrar sus grandes maravillas. A tal inmensa confianza en Dios le acompañará el poder de liberar del mal a los hombres y de curarlos con el bálsamo de la salud, es decir, con los mismos poderes que acompañaban a Jesús en su anuncio de la llegada del Reino.
La única seguridad del discípulo serán unas palabras que intercambiar con un compañero de camino (Dios existe) un rostro que amar y descubrir (Dios es amor), una historia que compartir en una comunidad de vida (Dios me ha salvado). Lo único que Jesús puede confiar a sus discípulos, al verles en misión, es esto: no contarán con más amparo, en su marcha, que su fe común, sin más seguridad que su gracia y nada más.

¡Paz y Bien!

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Reflexión del Evangelio de hoy | Jueves 04 de febrero de 2021 | Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM

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Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

Evangelio según san Marcos (6,1-6)

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano De Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?»
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
Palabra del Señor

Dudar de Jesús, cuestionar su manera de presentarse como Hijo de Dios es más frecuente de lo que parece. Nos descuadra esta manera de ser Dios, no entra en nuestra idea de Dios. Así le pasó a los paisanos de Jesús.
Treinta años viviendo Jesús en su pueblo Nazaret, treinta años viviendo como ellos, con ellos, treinta años juntos y a la hora de manifestarse, harán caer sobre Él aquel juicio que, el viernes santo encontrará un eco dramático: ¡Imposible! ¡Dios no puede estar tan cerca de nosotros! «Vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron»
Este es el riesgo que Dios quiso correr; no vino a imponerse, ni coacciona al hombre para que crea en Él. Dios siempre querrá depender de una respuesta dada en libertad, porque sólo aceptándolo en libertad la relación con Él será auténtica y la fe ganará en cotas de madurez. Sólo un «sí» libre del hombre a Dios es lo que hace de la religión una verdadera experiencia que llevará al hombre a su plenitud.
Sin duda son muchos los que pasan de Dios en este hoy que nos ha tocado vivir, son muchos los que ni creen en Dios ni lo esperan. Hay «nazarets» enteros que seguirán rechazando a Dios. Y Jesús se alejará extrañado. Extrañeza de un amor ofrecido sin deseo de herir ni de ser gravoso, de un amor ofrecido para alegrar y para liberar, de un sufriendo por no ser recibido.
Jesús se aleja porque respeta nuestra libertad, pero lo hace para recorrer otras aldeas y encontrar otros corazones libres que le digan «si». Y es que el amor no logra resignarse ante el rechazo.

¡Paz y Bien!

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