Queridos hermanos, paz y bien.
La solemnidad de hoy se puede decir que es también la fiesta de todos nosotros. María aparece como la primicia de toda la comunidad. La primera salvada por la Pascua de Cristo. La primera discípula de Cristo. La primera cristiana. La figura y el resumen de todo lo que la Iglesia quiere ser. Hoy dirigiéndole nuestro canto, podemos decirle una vez más: «tú eres la gloria de Jerusalén, tú el orgullo de nuestra raza».
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María. Te ofrecemos en este día alma vida y corazón. ¡Míranos con compasión! ¡No nos dejes, Madre nuestra!.
Muchas felicidades a todos los hermanos franciscanos, amigos y conocidos. Un fuerte abrazo a todos.
Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM