Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

La alegría que trae el resucitado

Juan (6,44-51)Evangelio según san Juan (6,44-51)

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios.» Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»
Palabra del Señor

«El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo». Estas palabras hablan de la pasión de Dios por la vida, hasta el punto que se hace carne y sangre y invitándonos a hacernos también nosotros carne suya.
Es decir, hemos de comer este pan y esta sangre como creyentes, porque comer a Jesucristo significa hacerse uno con Él, convertirse en su propia carne y sangre. Y en eso consiste vivir: aprender de Él la medida de la vida.
Y todo con alegría, la misma que experimentó el etíope eunuco que recibió del apóstol Felipe el mensaje de vida del Resucitado y recibió las aguas del bautismo, siguió su camino, dice la primera lectura, “lleno de alegría”. Quizá esa sea la mejor manera de dar testimonio. Es muy complicado convencer a otros que seguir a Cristo nos llena de felicidad, si lo hacemos con una cara triste. Deberíamos ser referencias alegres, sobre todo en estos momentos de incertidumbre y tristeza. Porque Dios está con nosotros, nos busca siempre y nos va llevando, hasta la vida eterna.

¡Paz y Bien!

Esta entrada fue publicada en REFLEXIÓN Y MEDITACIÓN DEL EVANGELIO. Guarda el enlace permanente.