Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

Juan (5,1-16)

Evangelio según san Juan (5,1-16)

Se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.
Hay en Jerusalén, junto a la Puerta de las Ovejas, una piscina que llaman en hebreo Betesda. Esta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.
Estaba también allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.
Jesús, al verlo echado, y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo, le dice:
«¿Quieres quedar sano?».
El enfermo le contestó:
«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado».
Jesús le dice:
«Levántate, toma tu camilla y echa a andar».
Y al momento el hombre quedó sano, tomó su camilla y echó a andar.
Aquel día era sábado, y los judíos dijeron al hombre que había quedado sano:
«Hoy es sábado, y no se puede llevar la camilla».
Él les contestó:
«El que me ha curado es quien me ha dicho: “Toma tu camilla y echa a andar”».
Ellos le preguntaron:
«¿Quién es el que te ha dicho que tomes la camilla y eches a andar?».
Pero el que había quedado sano no sabía quién era, porque Jesús, a causa del gentío que había en aquel sitio, se había alejado.
Más tarde lo encuentra Jesús en el templo y le dice:
«Mira, has quedado sano; no peques más, no sea que te ocurra algo peor».
Se marchó aquel hombre y dijo a los judíos que era Jesús quien lo había sanado.
Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía tales cosas en sábado.

Se arrastraban hasta allí cantidad de lisiados y multitud de mendigos. Se juntaban al borde de la piscina, y cada uno sobrevivía esperando poder algún día meterse en el agua al ser agitada. Imagen de una humanidad que sobrevive en la espera siempre frustrada de una salud aleatoria. El agua de Betesda era estéril, no podría producir un nuevo nacimiento. Están lejos los días en el que el hombre corre libre y feliz. Lejos, el paraíso perdido donde el torrente de la vida regaba la tierra y la fecundaba. Pero Jesús pasó:¿Quieres quedar sano? Y el hombre paralítico desde hace 38 años, encadenado a su pasado de desdicha, se pone en pie. Cuando Dios da el agua de la vida, el viejo mundo desaparece.
Nosotros como este paralítico somos una creación nueva. Dios ha hecho que brotase del costado de su Amado sangre y agua, río de vida que purifica todo cuando penetra. Nuestra vida reverdece cuando el espíritu nos inunda. Hemos sido bautizados en la muerte y resurrección de Jesús y pertenecemos a una tierra liberada. Nos ha hecho atravesar el mar y nos ha sumergido en el río de la vida. Pertenecemos al nuevo mundo. En la noche de Pascua, Cristo enterrará nuestras obras estériles y oiremos el grito de la victoria.
¿Vives tus enfermedades, tus problemas, tus cruces y tus «muertes» sintiéndote salvado, en la tierra liberada, sumergido en el río de la vida?

¡Paz y Bien!

Esta entrada fue publicada en REFLEXIÓN Y MEDITACIÓN DEL EVANGELIO. Guarda el enlace permanente.