Evangelio según san Marcos (13,33-37)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»
Palabra del Señor
Sin previo aviso, así de rondón, se nos ha metido otro Adviento más. Y sin duda será Adviento muy distinto, porque el virus no solo ha afectado a la salud, sino que también ha afectado a la esperanza, y cuando un hombre pierde la esperanza, la vida se le hace cuesta arriba. Menos mal que el Adviento es precisamente eso, es espera y esperanza porque Él volverá.
Muchos esperan volver a la normalidad, otros esperan reencontrarse con sus seres queridos, y tantos deseamos anhelantes la llegada de la vacuna, y mira que son importante esas esperas pero el adviento cristiano, la esperanza cristiana está depositada en una persona: Jesucristo ¿Y quién lo espera realmente?
Pues me temo que candidatos no hay muchos porque es complicado encontrarse con el Señor sí eres de los que a fuerza de no mirar hacia dentro de sí ni de las cosas, te limitas a flotar, a deslizarte por la superficie de la vida sin vivirla. O si eres de los que no piensas en el futuro y el presente nisiquieras lo vives pues solo te mueves en la lógica del usar y tirar, del consumir y disfrutar. No te engañes eso no es vivir, es vegetar, es en definitiva, ir de pasota por la vida
En cambio para el creyente, el tiempo de adviento es un tiempo para estar más en sintonía con uno mismo, en recogimiento interior para preparar el corazón.
¡Velad! Es el grito de adviento, es decir, estar atentos, no paséis por la vida como el pasota, de puntillas.
¡Velad! en tiempos de pandemia suena a reconstruir la esperanza, a preparar la “casa” para cuando el Señor vuelva. Que la lumbre esté encendida y puesta la mesa. Que no haya malas caras ni zancadillas al que destaca, ni codazos para abrirse paso, ni grandullones abusando de los peques, ni ruido de contiendas, ni silencios de miedo. Que cada uno esté en su puesto, con las lámparas encendidas, atento a lo que realmente cuenta, porque al final vendrá el Señor a pedirnos cuentas sobre los dones que no confió.
Que este tiempo de adviento, crezcas hacia dentro, en profundidad, crezca hacia lo alto, en esperanza y crezca hacia los demás en misericordia.
Para que la luz de la Navidad te inunde y transforme tu vida, necesitas vivir este tiempo de adviento de puertas para adentro. ¿Serás capaz de arrancarle a nuestros días, a la dictadura del tiempo, tiempo para ti y para Dios?
¡Feliz Domingo de Adviento!
¡Paz y Bien!