Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

Evangelio según san Marcos (1,29-39)

En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar.
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.
Palabra del Señor

Diariamente nos tropezamos con el hombre que está pasando alguna prueba. Le aflige el sufrimiento, que se presenta con diferentes nombres: enfermedad, debilidad, fracaso, desempleo… Y en medio de las dificultades el hombre lucha, aguanta el asalto, continua viviendo, y aunque parece que el que sale vencedor es el sufrimiento, vencerá siempre el hombre, por haber resistido. El hombre probado es como la plata acrisolada: se convertirá en un hombre purificado, se hará más humano.
Jesús, siempre está en marcha, se hace compañero de camino y busca aliviar al hombre de todo lo que le impide vivir en plenitud, es decir, vivir sirviendo a los demás.
Jesús se acerca a la suegra de Pedro a quien la «fiebre» le impedía desempeñar los buenos oficios de la hospitalidad. Jesús se enfrenta al mal una vez más. No se limita solo a curarla sino que la toma de la mano y la levanta, dicho de otro modo, la incorpora a la verdadera vida, la «resucita» y, así, libre ya de su mal, puede «servir».
Para eso ha visitado Dios a su pueblo, en su Hijo «probado en todo menos en el pecado». Prueba que solo se vence, donde se vence las grandes batallas del hombre, en su corazón. Sólo con las armas del silencio, del retirarte a la soledad de tu corazón, a orar como nos enseña Jesús, podremos sobrevivir, salir vencedores de cualquier lucha.
No te canses de luchar, no te canses de orar.
Hoy los franciscanos celebramos el día de la vocación franciscana. Oremos al buen Padre Dios para que siga suscitando hombres y mujeres que al estilo de Clara y Francisco de Asís continúen llevando a este mundo la suave fragancia del Evangelio vivido en obediencia, sin propio y en castidad.
¡Paz y Bien!

¡Paz y Bien!

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