Enviados en su nombre
Evangelio según san Marcos (6,7-13)
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió: «Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.»
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
Palabra del Señor
Todas las lecturas de este Domingo se puede resumir en una palabra: «misión». Dios elige a Amós y lo saca de en medio de sus tareas de pastor para que profetice a la casa de Israel. Pablo da gracias a Dios Padre por Jesucristo ya que con Él hemos recibido la gracia de ser hijos y la misión de vivir como tales. Jesús, en el Evangelio, envía a los Doce a predicar la conversión con el único equipaje que su confianza en Él, apoyado por un bastón y unas sandalias, y poco más, ligero de equipaje para que el enviado no se entretengas en «atender» a sus cosas,a emplear el tiempo apremiante de la misión en el.
Enviados con la firme certeza que afirma San Pablo: «hemos sido elegidos antes de la creación del mundo a ser santos e irreprochables ante él por el amor».
La tarea es apasionante, se nos pide ser buscadores incansables de caminos para que no muera el diálogo; artificieros capaces de desactivar todas las espirales de violencia; malabaristas especializados en dar saltos arriesgados hacia la paz; perdedores natos en todas las discusiones… Así se debe comportar los que nos sentimos «elegidos y enviados».
Que no vayamos por ahí poniendo cadenas, sino quitándolas, no fomentando el miedo, sino el amor; no produzcamos tristezas, sino alegría.
Como Jesús. Exactamente como Él. Hasta el último rincón de la tierra.
¡Feliz Domingo!
¡Paz y Bien!