Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

¡Llamados a vivir para siempre!

Marcos (12,18-27)Evangelio según san Marcos (12,18-27)

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, de los que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano.» Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección y vuelvan a la vida, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella.»
Jesús les respondió: «Estáis equivocados, porque no entendéis la Escritura ni el poder de Dios. Cuando resuciten, ni los hombres ni las mujeres se casarán; serán como ángeles del cielo. Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: «Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob»? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados.»
Palabra de Dios

Los fariseos planteaban la vida del más allá sobre los esquemas de las realidades terrenas cayendo en una casuística demasiado simplista. Y los saduceos precisamente por esta casuística negaban la resurrección.
Arrastrado a la discusión, Jesús no se deja encerrar en los términos en el que se plantea el debate de la vida en el más allá para afirmar, que según las Escrituras, la fidelidad de Dios transciende incluso las fronteras de la muerte: Dios es el «Dios de los vivos, el Dios de la vida y no de la muerte». Dios es fiel y ama la vida, y no se puede pensar que haya creado al hombre con sed de vida para abandonarlo después de la muerte. Resucitar es vivir en Dios en una comunión tal que supera nuestras comuniones y relaciones humanas. ¡Estamos llamados a vivir para siempre y a vivir en plenitud!

¡Paz y Bien!

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