El Monasterio de Guadalupe cuenta con un gran número de bordados, procedentes de cesiones y de la actividad propia de los talleres ubicados en el cenobio, cuyos orígenes se remontan a su conversión en priorato secular bajo la tutela de la Orden de San Jerónimo a partir de 1389, siendo en la actualidad uno de los mejores exponentes en bordados de España. La riqueza y variedad de las telas empleadas, adquiridas (en los telares toledanos, sevillanos o valencianos) o recibidas en donación, fueron determinantes para darle al taller guadalupense esa fama y esa calidad en sus obras.
Detalle Museo de Bordados
Primera época del taller. Siglo XV
El primer bordador presente en este monasterio podría haber sido Fr. Jerónimo o Fray Gonzalo, en función de que autores. Las primeras obras salidas del taller guadalupense destacan por su estilo flamenco como se aprecia en la casulla denominada “Casulla del Condestable”, cuya autoría no se sabe muy bien si procede del propio monasterio o fue una donación de Doña María de Solier.
Entre los bordadores jerónimos también los historiadores e investigadores hablan de Fray Diego de Toledo, con claras influencias toledanas y algunos de cuyos ejemplares se exponen en el museo de bordados visitable al público. Entre ellas el Frontal Rico o la Casulla de los Reyes Católicos. Junto a este y en la misma época siglo XV también se destacan los trabajos de Juan de Chaves y García González, ambos seglares.
Destacan en este periodo las telas a base de brocados, los terciopelos y los rasos, aunque se usaban también telas de tipo moriscas. La obra más antigua realizada con esta técnica es un frontal de altar de terciopelo recortado de color azul sobre fondo de oro con decoración romboidal y grumo de hojas rematado con una flor en el centro. También, el denominado terno del “Tanto Monta” en la que el oro se combina con la seda y el terciopelo verde para darle una mayor vistosidad.
Detalle de bordado
Esplendor. Siglo XVI
Con la llegada del siglo XVI el cenobio guadalupense recibía importantes donaciones y comenzó a desarrollar el taller de bordados incrementando la producción y la calidad de sus obras, impulsándose la influencia renacentista y ampliándose los perfiles de bordadores a los frailes con la condición de lego, lo que se tradujo en una renovación plástica.
En la primera mitad de siglo destacó Fray Gonzalo de Burgos, además de algunos seglares como Diego Linares, Juan de León, Juan González y Ximón “el broslador”. Obras destacadas de esta época con el Terno de la Emperatriz realizado en 1543 (considerado el brocado de mayor riqueza de los que se encuentran en el monasterio) y el Frontal del Príncipe (Brocado de tres altos con seda de tono morado).
En la segunda mitad de siglo destacó el guadalupense Pero López, hermano del famoso jurista y natural de la Puebla, Gregorio López. Fue uno de los mejores exponentes del bordado guadalupense, laico, al que se le atribuyen obras como las cenefas, franjas de la casulla, faldones, bocamangas y capillos de la dalmática de una de las obras más singulares y variolosas de las elaboradas en los talleres de este monasterio. Nos referimos al denominado “Terno Rico”, realizado hacia 1560. Además, Pero López también puso su técnica y destreza en algunos de los elementos que componen el llamado “Trapo Viejo” o “Terno de la Emperatriz Isabel”.
Además de bordadores, algunos mencionados y otros muchos (Juan del Río, Juan de Sigüenza, Medel de Spinosa…) Guadalupe también contó con buenos sastres, encargados de confeccionar las obras con las telas salidas de los talleres. Por citar algunos: Agos Tinsauzelle, Francisco Bejarano o Bartolomé Sánchez.
La tela por excelencia usada en este siglo era el brocado que solía combinarse con seda, oro y plata.
Siglo XVII
Detalle de bordado
Aunque en este siglo del bordado comienzan a usarse otros estilos y técnicas propias de la época, en el monasterio se sigue produciendo una ingente actividad bordadora, con una notable influencia toledana que se refleja muy bien en las manos de Fray Francisco de Sigüenza que ingresa en el monasterio en 1612 y del que se conservan obras como el Frontal de San Jerónimo, también denominado “Frontal Rico”. Este junto a otros artistas como Juan Sánchez, Juan de Tosa y Andrés Ibáñez destacaron en la primera mitad de este siglo.
Durante la segunda mitad destaca la obra de Jerónimo Audije de la Fuente, al que se le atribuyen obras como el terno de color negro llamado “El Rico” (Realizado entre 1668 y 1672) , así como la “Capa Rica” (1660-1664) confeccionada con cenefas de imaginería de otra capa anterior.
Decadencia. Siglos XVIII-XIX
Esta época destaca por el esplendor del bordado toledano y por tanto, por una menor actividad e importancia de los talleres de Guadalupe, aunque no por ello no exenta de una importancia y presencia de bordadores como Fr. Pedro de Segovia, Fr. Cosme de Barcelona, Mateo Jiménez, Fr. Cayetano de Buensuceso… destacando las obras de Fr. Cosme de Barcelona, considerado por algunos autores como el último bordador de este cenobio. A él se le atribuyen las mejores obras que se conservan en el ajuar del monasterio como el Manto Cuarto de Nuestra Señora o la capa de su propio nombre
En el siglo XIX el bordado guadalupense entra en regresión. José Rivas Saavedra destaca por el bordado de un terno de tisú de oro y plata. Juan Peña y José Rivas de Valeriano, autores del Manto de la Cenefa Marrón, fueron los últimos bordadores del monasterio.