Tomad, esto es mi cuerpo
Evangelio según san Marcos (14, 12a. 22-25)
El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, mientras comían, Jesús tomó pan, y pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
«Tomad, esto es mi cuerpo».
Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo:
«Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».
Palabra del Señor
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía… Esta copa es la Nueva Alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros».
Celebramos hoy a Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote que en la última cena nos dejó el legado más hermoso y la historia de amor jamás contada entre Dios y los hombres: un pan partido y una copa rebosante.
En este signo el Señor quiere expresar todo su amor. Un amor que no se retiene nada, que lo da todo y se da del todo y al dejarse comer, Cristo se hace uno con los suyos.
Él es el único mediador entre Dios y los hombres, el nuevo sacerdote que no necesita de sacrificios de animales en ningún ara de altar, sino que Él mismo es la víctima, la ofrenda y el altar.
Él también, con amor de hermano ha elegido a hombres de nuestro pueblo que por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión para que nunca falte a su pueblo el alimento de su Palabra y la fortaleza de los sacramentos a fin de vivir en plenitud nuestra vida de hijos amados de Dios.
Demos gracias a Dios Padre por su Hijo, único sacerdote y por los que Él ha elegido para que configurándose con Él den testimonio constante de fidelidad y amor.
¡Paz y Bien!