Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

Optar por Jesús

Juan (6,60-69)Evangelio según san Juan (6,60-69)

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oirlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.»
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»
Palabra del Señor

Esta vez no son sus adversarios sino sus discípulos los que se quejan a Jesús tachando su mensaje de inadmisible. Hasta ahora le han seguido y escuchado con simpatía, y a veces con entusiasmo. Pero ahora son muchos los que se van, sus corazones ya no entienden nada.
¿Y qué hace Jesús? Podría adaptarse a sus exigencias, hacer concesiones, suavizar su mensaje, ser menos exigente y sacar conclusiones de este fracaso. Pero no, Jesús, como buen profeta no puede rebajar y adulterar su mensaje y en vez de retener a sus discípulos con un discurso más fácil, Jesús les provoca:»¿También vosotros queréis marcharos?
Esta pregunta les obliga a sus discípulos a hacerse hombres maduros en la fe pues el verdadero encuentro con Jesús tiene un precio: nuestra libertad. Esa será el mejor de los compromisos.
Los discípulos de Jesús no somos ni una multitud a la que nos han matado el alma ni un conglomerado mudo fácil de manipular. Se trata de un «¿quieres?» verdaderamente desarmante, pues no tiene más fuerza de convicción que su propia debilidad: decir sí, conlleva el riesgo de poner tu vida al servicio del otro.
Desarmante y desarmado «¿quieres?»
Hermano ¿te has preguntado ya si vas a quedarte con todas las consecuencias al lado de Jesús o te alejas definitivamente de Él?
Ojalá que nuestra respuesta sea como la de Pedro: «¿a quién vamos acudir? Tu tienes palabras de vida eterna».

¡Paz y Bien!

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