Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

La eucaristía: ¡Un escándalo en toda regla!

Juan (6,52-59)Evangelio según san Juan (6,52-59)

En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
Palabra del Señor

El evangelista concluye con este fragmento el así llamado «discurso del pan de vida», profundizando aún más en su aspecto sacrificial y eucarístico. Se trata de hacer sitio a la persona de Jesús en su dimensión eucarística. Él es el pan de vida, no solo por lo que hace, sino especialmente en el sacramento de la eucaristía, porque es ahí donde se da la unión más íntima y profunda entre Dios y los hombres. ¡Esto es un escándalo en toda regla!
En cambio, nosotros, estamos tan acostumbrado a la tan cuestionada misa que estamos muy lejos de la verdad que encierran nuestras eucaristías. Nos quedamos en la corteza: el cura, los cantos, las soporíferas homilías, las lecturas proclamadas, tantas veces incomprensibles…. convirtiendo así la misa en un rito que nada tiene que ver con la vida donde a veces nos preocupa más la estética, que todo quede bonito, a una ética que ilumine y comprometa más nuestra vida con los demás.
Para nosotros ya no existe el escándalo, hemos metido la «misa», en el cajón de las cosas que no son tan importantes para la vida de fe, de hecho la inmensa mayoría de los cristianos prescinden de la misa en sus vidas.
Hemos des-encarnado la eucaristía cuando debería ser todo un escándalo público, pues cada vez que celebramos la eucaristía Dios toma sobre sí la vida del mundo, deja su casa para morar en la nuestra, ofrece su cuerpo y su sangre para fortalecer el nuestro.
En lo sucesivo, cuando hombres y mujeres, reunidos en el nombre del Señor, compartan el pan dando gracias, se producirá una y otra vez el advenimiento de la sorprendente novedad de Dios que toma carne viva en la carne de la existencia entera de los hombres entrando así, toda la humanidad en comunión de amor y de destino. ¡Esto sí que es una revolución! Y nosotros sin enterarnos.

¡Paz y Bien!

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