Evangelio y Reflexión del día. Por Fray Manuel Díaz Buiza

Juan (12,20-33)

Evangelio según san Juan (12,20-33)

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: «Señor, quisiéramos ver a Jesús.»
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este. mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará. Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.»
Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.»
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.»
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.
Palabra del Señor

«Ha llegado la hora» La hora de Jesús. La hora de poner las cosas en su sitio. La hora de la victoria definitiva sobre el pecado y la muerte. Pero esa hora tiene también un lado terrible, un coste muy alto: la cruz. Jesús tiembla. Me gusta mucho ver a este Jesús humano, retorcido ante la muerte. «A gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía librarlo de la muerte». El hombre que hay en Él se encrespa, entero, ante el dolor supremo que se le viene encima. «Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora».
Pero esta cruz, aunque no la veamos desde este lado nuestro, tiene otra vertiente gloriosa. Esta muerte es ya un comienzo de triunfo:»si el grano de trigo no muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto».
Ésta es, pues, la hora de Jesús. Nosotros solo la vemos, por ahora, desde este lado triste y espantoso. Solo la fe en el triunfo de Cristo, la celebración ilusionada de la Pascua, nos ayudará a descubrir, cuando llegue nuestra hora, ese otro lado glorioso de la cruz: el que da la vida. Y se nos encenderá la esperanza.
Así, con la esperanza dentro, nuestro dolor se nos hará más soportable. Al mismo tiempo, este dolor nuestro, al traslucir, al asomarse de mil maneras esa luz que lleva dentro, será una Buena Noticia para todos los demás que sufren. Y levantarán la vista. Y hasta puede que sonrían.
«Por eso he venido, para esta hora. Padre, ¡glorifica tu nombre!».
¡Feliz Domingo!

¡Paz y Bien!

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