Evangelio según san Marcos (3, 31-35)
En aquel tiempo, llegaron donde estaba Jesús, su madre y sus parientes; se quedaron fuera y lo mandaron llamar. En torno a Él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: «Ahí afuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan». Él les respondió: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Luego, mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: ‘Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».
Palabra del Señor
Después de celebrar la fiesta de la conversión del gran misionero de Tarso, hoy la Iglesia celebra a dos de sus numerosos discípulos y colaboradores, Timoteo y Tito tuvieron en común el privilegio irrepetible de ser receptores inmediatos de la herencia apostólica.
Llevarán el nombre de Jesús los que vivan en su corazón lo que fue para él la razón de ser de su vida: «en esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os amáis los unos a los otros». No sólo se trata de ser partidarios de un hombre admirable, ni de hacer nuestra una norma de vida, una moral; se trata de ser de «los de Jesús» como lo fueron, Pablo, Timoteo, Tito y tantos otros….
La fraternidad cristiana no se funda en los vínculos de sangre y carne, sino en un espíritu común: hacer la voluntad de Dios.
Con razón María, la madre de Jesús, es doblemente dichosa: por ser madre y por ser la primera y perfecta discípula que escucha la Palabra y la hace vida en su vida.
¡Paz y Bien!