Reflexión del Evangelio de jueves, III semana de Adviento

¡Paz y bien!

Hoy san Mateo empieza su evangelio con la página que leemos : el árbol genealógico de Jesús. Esta lista tiene una intención inmediata: demostrar que Jesús pertenecía a la casa de David. Es la historia del «adviento» de Jesús, de sus antepasados. La genealogía de Jesús está llena de intención y nos ayuda a entender mejor el misterio del Dios-con-nosotros cuyo nacimiento nos disponemos a celebrar.

El Mesías esperado, el Hijo de Dios, la Palabra eterna del Padre, se ha encarnado plenamente en la historia humana, está arraigado en un pueblo concreto, el de Israel. No es como un extraterrestre o un ángel que llueve del cielo. Pertenece con pleno derecho, porque así lo ha querido, a la familia humana. Los nombres de esta genealogía no son precisamente una letanía de santos. Hay personas que podemos ver de algunas famosas y otras totalmente desconocidas. Hombres y mujeres que tienen una vida recomendable, y otros que no son nada modélicos.

También la Navidad de este año la vamos a celebrar personas débiles y pecadoras. Dios nos quiere conceder su gracia a nosotros y a tantas otras personas que tal vez tampoco sean un modelo de santidad. A partir de nuestra situación, sea cual sea, nos quiere llenar de su vida y renovarnos como hijos suyos. Es una lección para que también nosotros miremos a las personas con ojos nuevos, sin menospreciar a nadie. Nadie es incapaz de salvación.

La comunidad eclesial nos puede parecer débil, y la sociedad corrompida, y algunas personas indeseables, y las más cercanas llenas de defectos. Pero Cristo Jesús viene precisamente para esta clase de personas. Viene a curar a los enfermos, no a felicitar a los sanos. A salvar a los pecadores, y no a canonizar a los buenos. Esto para nosotros debe ser motivo de confianza, y a la vez, cara a los demás, una invitación a la tolerancia y a una visión más optimista de las capacidades de toda persona ante la gracia salvadora de Dios.

Todos somos pobres personas. Lo que sí tenemos que hacer es aceptarnos a nosotros mismos, y aceptar a los demás, a la Iglesia entera, y reconocer la obra de Dios en todos. La Navidad la celebraremos mucho mejor si sabemos hacernos solidarios de las personas que Dios ama. La salvación es para todos, para las personas normales, no sólo para las santas y famosas, que hacen obras espectaculares o sorprenden a todos con sus milagros y genialidades. Dios eligió también a personas débiles y pecadoras. Jesús no renegó de su árbol genealógico porque en él encontrara personas indeseables.

O SAPIENTIA «Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación»

Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM

 

 

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