San Mateo 25,14-30: Parábola de los talentos.
Hoy concluye la lectura continua de mateo con la parábola de los talentos, dentro del contexto del discurso escatológico de Jesús. También hoy leemos por última vez el evangelio de Mateo, que nos ha acompañado durante doce semanas, desde la 10ª hasta la 21ª. No lo hemos leído entero: por ejemplo, dejamos los capítulos finales, con la pasión, muerte y resurrección de Jesús, para los días de la Semana Santa y Pascua. Después de las parábolas del ladrón, de la vuelta del amo y de las jóvenes que esperan al novio, hoy Jesús nos transmite su enseñanza con la de los talentos.
Cada uno tiene que hacer fructificar los talentos que recibió del amo: cinco, dos o uno. No importa cuántos recibió (Dios es libre y sorprendente a la hora de conceder su gracia). Lo que cuenta es si cada empleado ha trabajado o no, si le ha sacado rendimiento a ese capital que se le ha encomendado. Escucha las mismas palabras de alabanza el que recibió cinco que el que sólo dos. En cambio, el siervo perezoso es acusado, no de haber malgastado su talento o robado el dinero de su amo, sino de no haberlo hecho fructificar.
De nuevo resuena la consigna: «estad en vela, porque no sabéis el día ni la hora». Cada uno de nosotros ha recibido sus talentos, y no sabemos cuándo volverá el dueño a pedirnos cuentas del uso que hayamos hecho de ellos. Podemos pensar, ante todo, en los dones naturales que hemos recibido: la vida, la salud, la inteligencia, las habilidades que nos caracterizan (unos son artistas, otros líderes, otros tienen simpatía abundante…). Realmente ¿Sacamos provecho de esos talentos? ¿los sabemos utilizar también para beneficio de la comunidad? ¿o los escondemos «bajo tierra» por pereza o por una falsa humildad? No somos dueños, sino administradores de los dones que Dios nos ha hecho, y que se presentan aquí como un capital que él ha invertido en nosotros.
Pero seguramente se trata, en la intención de Jesús, también de los dones sobrenaturales que Dios nos ha querido conceder. Ya Israel había tenido, en comparación con los otros pueblos, gracias muy especiales, como pueblo elegido de Yahvé. Y no supo aprovecharlas. Los cristianos todavía tenemos más gracias y dones: Cristo Jesús como Salvador y Maestro, el don de su Espíritu, la Palabra de Dios, la comunidad eclesial, la fe, los sacramentos. ¿Qué fruto les estamos sacando? ¿se nos podría acusar de apatía o de pereza? La excesiva «prudencia» del tercer siervo sería en nosotros un claro «pecado de omisión», del que también tenemos que arrepentirnos. No se trata sólo de no hacer el mal, sino de hacer el bien que Dios espera que hagamos. Como el árbol, del que se esperan frutos, y no sólo apariencias.
Nosotros no sabemos cuántos años nos quedan de vida y cuándo seremos convocados a examen. Pero todos deseamos que el examinador, el Juez, nos pueda decir las palabras que él guarda para los que se han esforzado por vivir según sus caminos: «Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor. Como has sido fiel en lo poco, pasa al banquete de tu señor».
¡Paz y bien!
Fr. Antonio Majeesh George Kallely, OFM